En un metro sesenta de estatura
y de misterio
se esconde el alma sin asombros
de este niño. Cuando mira,
las cosas parecen acercarse
a un ansia primitiva
de ser útiles,
de tener unas manos por vecinas.
Cuando vuelve de la noche
lleva un reto contra el aire,
una fuerza de roca golpeada,
de roble sin amor,
que nos cautiva.
Es el hombre sin respuesta.
Este es el hombre
que pregunta por el fuego
y por la lluvia
cuando el viento y en el viento
es mediodía.
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