El niño jugaba con un trozo
de carbón.
Era un tronco de brillos
azulados
como el atardecer,
como la piel
de algunos animales.
El niño apretaba en sus manos
un caballo
o una gacela gris
que le iba tiñendo l
os ojos y los dedos.
Jugaba con un trozo
de carbón
y no sabía sonreír.
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