Volvía con la fatiga
doblada sobre el hombro
como un cántico.
Solamente el miedo y la canción
le estaban permitidos.
Tenía las manos escritas
con palabras
que nadie había leído,
que nunca serán consideradas
como nuevas.
Subía por los bancales
masticando la niebla
a bocanadas,
por temor a olvidarse
de que el aire
es vida gratuita.
Tenía la voz oscura como el viento,
y una larga historia
de raíces
en la piel.
No sabía que algunos días amanece
y el agua también puede
volverse de colores.
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