domingo, 11 de septiembre de 2011

EL PICADOR

Volvía con la fatiga

doblada sobre el hombro

como un cántico.

Solamente el miedo y la canción

le estaban permitidos.

Tenía las manos escritas

con palabras

que nadie había leído,

que nunca serán consideradas

como nuevas.

Subía por los bancales

masticando la niebla

a bocanadas,

por temor a olvidarse

de que el aire

es vida gratuita.

Tenía la voz oscura como el viento,

y una larga historia

de raíces

en la piel.

No sabía que algunos días amanece

y el agua también puede

volverse de colores.

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