La madre no era azul
pero tenía
unas manos muy largas,
desbordantes. Y como
una sombra de árbol
por la piel,
que me acercaba
a los sonidos de la siesta
y al verano.
La madre conocía pocas palabras
y nunca se reía,
pero hablaba siempre
desde cerca.
Como el agua,
como solamente un río
puede hablamos.
Tenía un armario lleno
de recuerdos,
pero nunca los sacaba
porque eran solamente
cosas tristes.
Y la madre no lloraba.
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