que por sus venas
caminaban los hombres
a mordiscos.
El monte no lloraba
si en su pecho
nacían gritos de aliento
destrozado.No podía comprender que de sus huesos
salieran las hogueraso el caballo
que habita nuestras máquinas.
El monte no sabía.
Por eso estaba siempre
como un perroallí tendido.
No sabía que existen hombres
conducidos a ser rocay morirse
bien plantados.
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