El pan nos sabe a hierro
y a cansancio.
El pan está tan cerca
de nuestra soledad
que no podemos
quitamos de los dientes
su agonía.
El pan no tiene nombre
cuando es tierra
que alimenta nuestra tierra
de sonrisa.
Desde el hambre puede verse
en claridad
la torpe valentía de las espigas,
cuando abril y tantas noches,
cuando el cuarzo
y la ceniza.
Cuando el negro sudor
de nuestras almas
se hace trigo.
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