El hombre, el hombre,
el hombre
o su recuerdo.
Porque su paz pertenecía
a las raíces,
a los cauces subterráneos
donde el viento
no tiene nunca entrada.
En la esquina borrosa
del pasado
lo tenemos
como una estatua de sí mismo.
Como un ídolo manchado
de silencio.
Pero estamos más cerca
cuando arrecian
los otoños,
si intentamos decir -padre-
y no es posible.
Si buscamos una mano
y solamente
tocamos el dolor
de haber soñado.
El vacío inconfundible
de los besos.
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