Era unos ojos blancos
como balcones abiertos
a la nada.
Quiso marcharse un día,
cuando el camino era de niebla
y no pudo encontrar
una salida.
Se le fue quedando pequeña
la voz, como una flor
sin pensamiento
que se aprieta en la mano
hasta matarla.
Era unos ojos limpios
como el agua
adormecida.
Quiso marcharse un día,
con el carbón ardiendo
en la mirada,
pero habían muerto los caminos,
Quiso decir: < Tristeza >,
y no sabía,
aún no sabía
que se le habían secado todas
las palabras.
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