Decía: .< Buenas noches >,
y se convertía en un deseo
cada sílaba.
Gritaba: < Vamos todos >,
y nos sentíamos apretados
con su prisa.
Sabía sonreír de tantos modos
que el rostro se alzaba
en mariposas
o en manos de saludo.
Si exclamaba: < Nadie- > o < Todos > ,
teníamos que mirarnos
para estar ciertos
de que nada
se había ido de nosotros.
Nunca aprendió a llorar
porque la muerte
vivía siempre junto a él
como un dolor
de cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario